Más allá del espectro: La historia de Pedro

En cada sesión de terapia, Pedro desafía la adversidad encontrando fuerza en su diagnóstico de autismo. Hace un año, no podía mirar de frente a sus terapeutas, pero hoy en cada sesión, es capaz de expresar sus sentimientos a las tías del PRM ACJ Rancagua 1: «Tías del PRM, las quiero». Esta es su travesía, un sendero de redención y repatriación hacia el abrazo de su madre.

Ilustración que representa al pequeño Pedro, en el aeropuerto Arturo Merino Benitez, Santiago.

En un recoveco del tiempo, Pedro vio la luz el año 2014 en la ciudad de Montero, Bolivia. Segundo hijo en una familia que pronto vería fracturarse. De hecho la armonía de su infancia se vio empañada cuando, en el año 2019, los acordes de la relación de ocho años entre doña María y don Carlos llegaron a su final, dejando tras de sí un eco de cambios irreversibles.

En este melodrama humano, doña María y Pedro se encontraban en distintas frecuencias emocionales. La madre, ajena a las notas autistas que componían la esencia de Pedro, no conseguía sintonizar con sus necesidades. La sombra del Trastorno del Espectro Autista se cernía sobre él, sin ser desentrañada ni por su progenitora ni por los profesionales del colegio al que asistía.

Tras el telón de la separación, don Carlos, quien mantenía una relación sentimental paralela, formalizó su compromiso. En este complicado giro de los acontecimientos, doña María, reconociendo sus limitaciones, entregó las riendas de los cuidados personales de Pedro a su padre: Un trágico acto que desencadenaría una historia con tonos melancólicos para el niño.

El viaje del padre junto a su nueva compañera y el niño, cruzando fronteras no habilitadas en junio del año 2022, pintó los primeros trazos de un drama transfronterizo. Aunque la madre afirmaba tener conocimiento de esta odisea, en septiembre del mismo año, el hilo de la comunicación con su excompañero de vida y el pequeño Pedro se deshilacha, sumiéndolos en un silencio que resonaría en los días venideros.

En el caluroso diciembre de 2022, Pedro se adentra en un capítulo más oscuro de su historia al ingresar al Programa Especializado en Maltrato Grave y Abuso Sexual ACJ Rancagua 1. Las sombras que envuelven su llegada al programa son reveladas: la causal, un perturbador entramado de violencia intrafamiliar directa o vicaria, maltrato y negligencia parental. La dolorosa verdad surge cuando se desentraña el motivo detrás de este dramático ingreso: Pedro, víctima de los crueles embates de su propio progenitor, fue golpeado con un palo de escoba. La asistente social del colegio, testigo valiente, alzó la voz para denunciar este acto de barbarie.

Los signos de agresión física se revelan como cicatrices en la región lumbar de Pedro, marcadas por un objeto contundente. Esta cruel realidad precipita no sólo la intervención del programa especializado sino también el decreto de ingreso a un sistema residencial. Pedro, afligido por una sintomatología persistente, carente de las más elementales necesidades como una nutrición adecuada, se encuentra en pésimas condiciones, de total abandono. Las páginas de su vida, manchadas por la tinta de la tragedia, revelan un desgarrador cuadro que clama por redención y justicia.

En este sombrío escenario, la pareja del padre en Chile se posiciona como testigo impotente de los horrores infligidos a Pedro. Aunque alega desconocimiento de las leyes chilenas, se presenta como una figura pasiva, una espectadora desgarrada por los maltratos que se desplegaban a su alrededor. Lejos de ser una guardiana protectora, sus acciones la evidencian con un papel secundario en la trama de abusos que atormentan al pequeño. A pesar de sus declaraciones de querer establecer una relación con Pedro tras su ingreso al sistema residencial, esa intención se desvanece con el tiempo. Aunque afirma que el padre posiblemente haya regresado a Bolivia, ella misma regresa a su tierra natal sin mantener la conexión que alguna vez pretendió con el niño.

Pedro, atrapado en las frías paredes del sistema residencial, ya había sido internado en el programa de reparación de maltrato grave y abuso sexual de la Asociación Cristiana de Jóvenes Rancagua 1. La pareja de profesionales, una psicóloga y una trabajadora social, comienza la delicada tarea de restaurar la esencia quebrantada de Pedro. Sin embargo, el niño se presenta como un enigma, esquivo y reticente a abrir las puertas de su mundo interior. El silencio se cierne sobre él, sus ojos esquivan el contacto, pero las profesionales persisten con estrategias ingeniosas. A través de actividades lúdicas, refuerzo positivo y un entorno estimulante, semana tras semana, tejen las primeras hebras de un vínculo terapéutico. Pacientemente, construyen las condiciones esenciales para desatar la intervención que desentrañará los oscuros secretos que Pedro guarda bajo llave.

Desde el comienzo, Pedro se resistía a seguir instrucciones, desviándose con facilidad de cualquier dirección trazada. Su capacidad de regulación parecía un laberinto sin salida, respondiendo con parsimonia a las preguntas planteadas. A pesar de los esfuerzos de la dupla tratante, el niño mostraba un bajo entendimiento del papel del psicólogo y del trabajador social. Aun con los intentos de las profesionales, Pedro no asimilaba que formaba parte de un programa ni comprendía los objetivos del mismo, revelando su falta de conciencia acerca de la vulneración de derechos que había sufrido.

Sin embargo, día tras día, se dibujaban sutiles progresos. En los primeros meses, Pedro no mostraba interés en socializar con los profesionales de PRM ACJ Rancagua 1. No obstante, el programa, inicialmente una entidad desconocida, se transformó gradualmente en un refugio de confianza para él. Sesión tras sesión, Pedro empezó a experimentar avances notables. Simultáneamente, la dupla tratante trenzaba una red interdisciplinaria con la pareja psicosocial del sistema residencial, el equipo del colegio y el curador ad litem. Cada miembro de esta red contribuía desde su especialidad, construyendo un sólido cimiento para Pedro. El objetivo: visualizar la posibilidad de una reconexión con su madre, quien, aunque distante en otro país, se perfilaba como la única figura disponible para brindar cuidado. Así, desde un enfoque de intersectorialidad y trabajo en red, comenzaba a tomar forma una intervención integral que buscaba sanar las heridas invisibles de Pedro.

En medio del vórtice de adversidades, Pedro, a pesar de haber transitado por el sistema residencial y de haber sido víctima de maltrato, emergió como un ser resiliente, optimista y tenaz en su proceso. Después de un año de intervención, Pedro, ahora dotado de mayor resiliencia, sostiene conversaciones, exhibe un vocabulario más amplio y cuenta con un diagnóstico claro de trastorno del espectro autista. En paralelo, el proceso terapéutico ha encendido los faros del enfoque de inclusión para la niñez en situación de discapacidad.  Su historia es un ejemplo de superación y resiliencia, cada día supera sus barreras y hoy muestra avances en su proceso terapéutico y familiar, destacando por ser un niño alegre y cariñoso, hace un año no podía levantar la mirada y ver a las profesionales, actualmente en cada sesión, realiza un dibujo y dice “tías del PRM, las quiero”.

Desde un principio, la dupla tratante reconoció la importancia de dirigir la intervención bajo estos enfoques, añadiendo a ello la perspectiva intercultural con la población migrante. Gracias a esta mirada integral, fue posible tender puentes, establecer vínculos con Pedro y asegurar que se sintiera respetado, escuchado y, sobre todo, que sus derechos estaban siendo honrados.

En el presente, Pedro se embarca en un proceso de repatriación, guiado por un trabajo intersectorial concertado. Su madre, comprometida con la transformación, se inscribe en una escuela para padres y madres en Bolivia, fortaleciendo sus habilidades parentales con el fin de contribuir a la mejora de su relación con Pedro. Con determinación, la madre viaja a Chile, dispuesta a generar los cambios necesarios para reunirse nuevamente con su hijo. El programa PRM ACJ Rancagua 1, junto con los profesionales del centro residencial, coordinan esfuerzos para habilitar a la madre, proporcionándole apoyo y orientación en el proceso de re-vinculación.

A nivel individual, Pedro refleja hoy un mayor reconocimiento y diferenciación emocional, así como una mejor capacidad para establecer vínculos e interactuar social y emocionalmente. Ha aprendido a comunicarse con adultos distintos a los profesionales tratantes y a buscar estrategias propias para autoregularse, ya sea aislándose o solicitando ayuda. Además, ha logrado identificarse como sujeto de derechos, afirmando su lugar en el mundo con una renovada vitalidad.

Pedro, ese niño valiente que desafió la adversidad con tenacidad, ha hallado su voz, su identidad y, sobre todo, un camino de redención. En la intervención, configurada con enfoques inclusivos y el respeto a los derechos fundamentales, Pedro ha encontrado un hogar en el que su esencia resplandece. Ahora, mientras se abre la puerta de la repatriación y la promesa de una reunión con su madre, el pequeño se eleva como un testimonio vivo de que, incluso en los rincones más oscuros, la luz de la resiliencia puede alumbrar un renacer lleno de posibilidades. Esta historia es un recordatorio de que, con amor, comprensión y colaboración, los capítulos finales pueden escribirse con esperanza y restauración.